jueves, noviembre 10, 2011

De luz y de color

Vuelvo a los contenidos superficiales, decorativos, pues parece ser que tienen más calado de lo que yo pienso. Y no lo digo por mis reflexiones de contertulio de Sálvame, sino por las noticias de esta semana aparecidas sobre la iluminación navideña. Casus belli en la política local.
Al parecer, la alcaldía ha decidido poner luces en más calles. Y esto, con la que está cayendo, para algunos, es todo un despilfarro. Despilfarro que, por otro lado, ella trata de contener cancelando la fiesta de Nochevieja que solía tener lugar en la Plaza Mayor.
Los que le dicen que gasta mucho en luces, también le dicen que pa’ qué dejar de gastar en cotillones, con lo barato que es. Y a mí, oiga, se me escapa el cambio de argumento.
Yo no he votado a Foro. Es más, algunas medidas que el partido de Cascos pretende llevar a cabo me dan un poco de miedo; pero, sobre todo, algunas cosas, como lo de Gibraltar, me da más risa que miedo, me parece de película de neorrealismo italiano. En cambio, esta nueva alcaldesa me está empezando a caer bien. Y no es porque ella haya hecho nada para seducirme, es más bien porque sus adversarios solo aportan argumentos de peli de Berlanga para oponerse a su gobierno, lo que me hace pensar que no tienen motivos de peso para quejarse, y hace que comience a posicionarla entre las figuras públicas que me simpatizan. Y este análisis político, pobre y simplista, es el que hacemos la mayoría de los ciudadanos; tanto los que leen el jueves, como los que leen el Financial Times. Venga, admitámoslo.
Parece ser que el dispendio en luces no va a ser significativamente superior al de otros años. Es más, las luces que se alquilen serán todas de bajo consumo, lo cual ahorrará algo de energía. Y a pesar de ese ahorro, al poner más luces, gastaremos más individualmente. Para eso son las luces, para animar el consumo, por eso parte de su coste lo sufragan los comerciantes.
En la vida hay dos tipos de personas: los que disfrutan con la navidad y los que la aborrecen. Es así. Yo soy de los primeros. Infantil, si quieren. En mi alma de niño, me gusta ver las calles iluminadas.
Este año iluminarán también tres iglesias. “¡Con dinero público!” gritan los laicistas. Y yo, que hace años que no voy a una iglesia, me extraño un poco, porque la navidad, creo recordar, que una vez conmemoró el nacimiento del Jesús que preside las iglesias. Así que el hecho de que se iluminen estos edificios, parte además importante de la arquitectura y tradición de las ciudades occidentales, no me hace mesarme los cabellos. Es más, si fuese un ultra cristiano me quejaría de que tratasen el templo como a un vulgar centro comercial, iluminado para incentivar el consumo. Pero claro, a mí que me gusta el cine de Capra, solo soy capaz de ver las inocentes luces.

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