jueves, octubre 20, 2011

Atentamente, P. Pastor

Pisa esta tierra Leonard Cohen. Ya ha recibido su galardón. Ya han escrito de él todos los periódicos y hablado todas la radios. Lógico. Lo merece. Yo no voy a ser menos. Toca y quiero. Esta es la versión más bloggera, barata y egocéntrica de un encuentro. Bueno, de cuatro encuentros.
Me atrevo a decir que Leonard Cohen ha sido una de las figuras más importantes de mi vida. Siempre digo que mi forma de estar en el mundo le debe mucho a tres poetas: Bruce Springsteen, Leonard Cohen y Bob Dylan. Estudié Literatura en la universidad de Oviedo con la música de los tres y por su culpa. Ellos me llevaron a la poesía. Porque leer, en mi caso, siempre vino detrás de escuchar. Sentarme a traducir sus letras me hizo traducirles a ellos y traducirme a mí mismo.
Mi primer trabajo en la carrera fue sobre Lorca. Y fue por culpa del “Take this waltz” por lo que elegí al granadino. Un canadiense descubriéndome “mi literatura”. Ya ven.
A Cohen lo descubrí solo y precoz. Cuando tenía 12 años iba de campamento a aprender inglés a un pueblo de Cáceres. Ya ven, inglés en Cáceres. Los sábados había un mercadillo en donde se vendía fruta, calzoncillos, chatarra y casetes. Un día, con dos amigos, compramos varias cintas. Estuvimos largo tiempo mirando y el gitano nos impelió a llevarnos una cada uno. Una era de Dire Straits, otra de Whitney Houston y la otra era el “I’m your man”. El gitano me dio la del hombre del plátano. Mis amigos se rieron. Un gitano dándome a un canadiense. Yo era de aquella un niño pegado a unos cascos.
Con 16 años nos fuimos con el instituto de semana blanca a Candanchú. 45 adolescentes en un mismo hotel. Chicos y chicas con las hormonas hirviendo. Yo leía “El extranjero” de Camus en la habitación y escuchaba “The Partisan”. Desertaba de la realidad que quería abrazarme. Ya ven, era gilipollas. Ahora no lo haría.
A los 21 tocaba en un grupo. Un 14 de agosto, el día de los fuegos, tocamos junto al grupo de mi amigo Igor Paskual –al que leen ustedes en este mismo periódico- en Panes. De madrugada volvimos en coche a Gijón, yo quería ver a una chica que me gustaba. Escuchaba “There is a war”. Un guerra entre hombres y mujeres. La chica en cuestión no miró para mí. Ella tenía una larga lista de petirrojos caídos a sus pies.
Para bien o para mal Cohen me ha marcado: Introspectivo, riguroso y solemne como el Antiguo Testamento, obsesivo…
Y sin estar del todo seguro, creo que, a pesar de todo, debo de agradecérselo a aquel gitano.
¿Qué hubiese pasado si hubiese cogido la cinta de Whitney Houston?
Quizás ahora no viviría para la música y hubiese conquistado Manhattan, pero me alegro de ser un pájaro sobre un cable.

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