Héroes clásicos, súper héroes, héroes de la calle, nosotros…
Creo que he leído por ahí que el héroe clásico dejó paso en el siglo XX al súper héroe en mallas chillonas, un héroe sin religión, impregnado del misticismo de la ciencia y la tecnología, sustitutas de la religión a la hora de intentar resolver problemas de índole existencial.
Cuando yo leía tebeos, que ya llamaba cómics, allá por los 80, me fascinaba la posibilidad de que existiesen personas con súper poderes. Los que más me gustaban eran los de Marvel: Spiderman, la Patrulla X, Hulk… Los problemas existenciales de los personajes escritos por Stan Lee me fascinaban. Eran súper héroes pero estaban tan fastidiados como cualquiera que te encontrases por la calle. Tener súper poderes no le daba la felicidad a uno. Esa pequeña lección me hizo ver el mundo de otra manera. Me enseñó que la vida es una lucha hasta para los aparentemente más afortunados. Me hizo ver que con cada deseo viene una maldición y que, como le dijo su tío Ben a Peter Parker: “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. Tanto por acción como por omisión.
En los últimos tiempos han resurgido las películas de súper héroes. Prácticamente todo el universo de Marvel (Xmen, Thor, Hulk, Ironman) han sido llevados a la pantalla. Y yo, que acudo con reverencia a ver todas ellas, me he montado la película sociológica de que en época de crisis la gente se refugia en las vidas ejemplares, esforzadas, en las personas que con sus especiales poderes salen de súper entuertos y superan las mayores adversidades. No voy a decir que sean un ejemplo (yo ni me teletransporto ni vuelo), pero sí creo que a la gente nos da coraje creer que uno se puede superar a sí mismo dentro de la física newtoniana que nos limita a los “normales”. Porque el esfuerzo es anímico y mental. En épocas de bonanza económica uno está a cosas más realistas. Ahora se impone la imaginación para soportar nuestra realidad.
Todas estas historias tienen un gran contenido político, muchas con un tufillo tremendamente conservador y otras, las menos, un tono revolucionario (véase “V de Vendetta”), pero todas ellas, por absurdas que parezcan, son las hagiografías de esta época, que si no es oscura, sí es poco clara.
Nos hace falta coraje, y estos pensamientos por naïf que parezcan (incluso a mí, que lo estoy escribiendo, me lo parecen un poco) creo que son necesarios para los ciudadanos. Ya sea uno fontanero, maestro, o político… Porque no podemos olvidarnos de que cuanto más alto es el poder, más alta es la responsabilidad. Así que espero que los políticos tengan todos el coraje, la honestidad y la responsabilidad de un súper héroe… Y si no es así, señores y señoras, dedíquense a otra cosa.
viernes, junio 24, 2011
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