No suelo leer el diario Público, ni tampoco la Gaceta. Creo que me resulta más instructivo asomarme a las gamas de grises, a las que tiran a blanco y a las que tiran a negro, que sumergirme en informaciones tan cercanas a las tintas planas. Aún así, y por culpa del Facebook, ayer topé con la noticia de que Rouco Varela decía que “los indignados tienen problemas con sus almas”.
Como el comentario me llamó la atención -para mal-, pinché en el titular para leer toda la noticia y tras hacerlo no pude negar que comparto una parte del argumento de Rouco.
Decía, grosso modo, el presidente de la Conferencia Episcopal que esta indignación que ha sacado a la calle a multitud de personas tiene que ver no solo con “cuestiones jurídicas, económicas y sociales”, sino con una falta de miras a largo plazo. “No hay que olvidar los horizontes últimos” dijo.
Y yo estoy de acuerdo. Este movimiento sale a la calle porque estamos viendo cómo el modus vivendi que España ha tenido en los 20 últimos años se ha derrumbado. Esta forma de vida, que en alguna ocasión he intentado describir en estos artículos, se sustentaba en un hartazgo continuo, en un “refalfiu” que nos tenía permanentemente insatisfechos, y que solo se saciaba con unas compras compulsivas en una búsqueda constante de una satisfacción imposible de satisfacer. En un estado de perpetuo deseo que nos obligaba a consumir. Éramos, y somos, el burro tras la zanahoria. Y en esa persecución consumimos bienes, relaciones, proyectos, sueños… Horizontes al fin y al cabo.
Llámenme prejuicioso, pero que Rouco y yo coincidamos me asusta. Aunque si lo pienso bien me quedo mucho más tranquilo: Este “homo consumericus” que somos es el que ha sustentado y ayudado a crear esta crisis que ahora nos indigna. Este “homo consumericus”, movido por la publicidad y necesario para los intereses de las grandes corporaciones, de la banca y de los políticos que creen en este sistema, es el que ahora se indigna al ver que sus deseos, creados por esos intereses, no van a ser satisfechos ya jamás. Estos ciudadanos indignados han comenzado a reparar sus almas al poner su indignación en marcha.
Otro modelo de sociedad, de mundo, es posible. Otra forma de ser ciudadano es posible. Rouco, los que representas llevan más de dos mil años indignados intentando hacer el reino de Dios en la tierra. Los indignados españoles del 15 M se han caído por fin del caballo y, como San Pablo, conversos, han visto la luz y están curando su alma. Quizá sea la Iglesia de catedral y Conferencia, que no la de parroquia y voluntariado, la que tiene un problema en su alma. En su mano está hacer algo.
viernes, mayo 27, 2011
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