viernes, abril 15, 2011

El sentido de la vida

Salía del Molinón el otro día comentando con unos amigos la importante victoria sobre el Osasuna que nos acercaba casi a la salvación, cuando uno de ellos, Jorge, en un momento de liberación, nos confesó, muy grave, que su hermano, se había metido en Centro Reto. Yo sabía que había tenido problemas con las drogas, o mejor dicho, no había tenido ningún problema en drogarse desde muy temprana edad, pero no sabía que la cosa era para tanto.
Durante el largo y lento paseo por el muro de San Lorenzo, nos informó que su consumo esporádico de coca había pasado a ser habitual hacía años, y que después, su abuso de todo tipo de sustancias le habían hecho perder el trabajo, la novia y los amigos de toda la vida. Nos dijo que su madre llevaba 15 meses sumida en una profunda depresión, y que él y su hermana habían hablado muchas veces con él sobre el tema, pero que les decía que qué iba a hacer si su vida era una “putísima mierda”. Nos dijo que mil veces le habían intentado hacer ver que les tenía a ellos, que tenía a su madre y que volvería a encontrar trabajo en cuanto se recuperase. Y él a veces les decía que sí y otras les decía que solo entendía la vida cuando estaba drogado y de fiesta, que si no era así, nada tenía sentido.
Nosotros asentíamos con la cabeza, solemnes, mientras nos adelantaban banderas rojiblancas y sonaban cornetas a nuestro alrededor.
Nos dijo, lloroso, que llevaban más de un mes sin saber de él y que por eso no había podido venir al Bernabeu: porque su madre estaba destrozada. Pero que esta semana su hermano les había llamado diciéndoles que había ingresado en un centro de desintoxicación en Liencres. Nos dijo que habían ido a verlo y que lo encontró bien; que les estuvo hablando de una parte de su vida que ellos no conocían del todo y que les dijo que ahora había encontrado un motivo para vivir. “Nos habló de Jesús y de la fe… Mi hermano, tíos, que no sabía ni el Padre Nuestro”, nos dijo con los ojos llorosos. “Cuando volvíamos en coche de Santander yo estaba un poco flipado, pero mi madre estaba aliviada y decía que gracias a Dios. Y yo no sé si lo decía como una forma de hablar o acordándose ella también de Dios, como mi hermano… Y ahora estoy contento porque mi hermana y mi madre están más tranquilas pero todo esa monserga religiosa me dio un poco de mal rollo.”
Caminamos un rato sin saber qué decir, hasta que otro de mis amigos, con total seriedad, rompió el silencio: “Todos tenemos que creer en algo, que encontrar algo por lo que vivir. Yo rezo para que el Sporting siga en primera y para que algún año juegue, aunque sea, la UEFA”.
Todos, incluido Jorge, le miramos flipados y estallamos en una carcajada.

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