viernes, marzo 25, 2011

Dudas despejadas

Ella es escritora. Ha publicado varios libros. Una primera gran novela -creía ella-, que no le dio dinero ni fama, y después varios libros infantiles y novelas juveniles que, unidos a las traducciones que hace, le han permitido llegar a vivir de lo que escribe.

Llevaba unas semanas compaginando la traducción de un autor inglés con el esqueleto de su nueva novela. Tiene una libreta llena de apuntes con esquemas argumentales, descripciones de personajes, párrafos para definir el tono, tachones, bibliografía…, pero ahora duda qué hacer con todo eso. Ilusionada comenzó a imaginar un mundo después de las cenizas, un universo a lo Mad Max, una novela sobre el mundo después de una hecatombe.

Sumidos en medio de una crisis económica, la gente espera cambios -cree ella-, de ahí que triunfen los zombies en la tele y las ficción científica que muestra posibilidades de organizaciones sociales nuevas. La gente está harta del sistema actual, de los políticos llevando banderas con el emblema de la derecha o de la izquierda y de los sindicatos y los bancos jugando indistintamente con unos y con otros. Los ciudadanos ya no creen –piensa ella-, pues ella ya no cree. Le han contado muchas veces el cuento de la buena pipa. Cree que la realidad a veces cambia gracias a la ficción, pues a veces da pistas de por dónde sí, y sobre todo, de por dónde no.

Y eso era lo que ella iba a contar a su público adolescente, el mundo tras la catástrofe, tras el colapso. Le atrae imaginar cómo se organizaría un grupo de personas en ausencia de un estado, o mejor dicho, en ausencia de una ley, un grupo de personas en situación límite, con la necesidad de sobrevivir y sin instrucciones. Le gustó “La carretera”, la novela de McCarthy de hace unos años: un padre intentando trasmitirle a su hijo, en medio del caos, una idea de bien. Le gustaban las películas de vaqueros, la vida al otro lado de lo organizado… En definitiva, el origen de una civilización. Y ahí quería ella ubicar su nueva novela juvenil.

Y digo “quería” porque desde hace unos días la ha dejado parada, las imágenes de Japón y de Libia le han quitado las ganas de imaginar el pánico y la tierra yerma pues lo está viendo en directo. Y ahora duda de si la gente preferiría leer sobre amor y lujo. Y se sienta con su libreta trabajada y enciende la tele antes de comer. Ponen un programa de chicas neumáticas con uñas de plástico intentando ser seducidas por un grupo de chicos de gimnasio, con camisas dos tallas más pequeñas. Buscan, dicen, el amor…

Tras un rato de visionado, cuando su vergüenza ajena se colma, corajuda y espoleada, comienza a describir un mundo desde las cenizas, lleno de nuevos valores. No sabe si mejores, pero otros.

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