viernes, febrero 25, 2011

Una revolución fría

Los tres le pidieron un vino, otro más. Era un vermú largo y charrán. Prejubilados de tertulia. Lo sirvió y se puso a limpiar unas copas que acababa de sacar del lavavajillas. Mientras, les escuchó conversar, ligeramente ebrios.
“… Y eso del Gadafi en Libia tres cuartos de lo mismo” postulaba uno. “Eso, Isidro, igual que lo de Egipto. Y espérate a ver en Marruecos…” añadió otro. El tercero que comía aceitunas también se sumó a opinar: “Claro, claro. Y lo de Islandia…” Los otros dos le miraron con el ceño fruncido. Hasta él les miró curioso sin parar de mover el trapo por el interior de una copa. “¡¿Qué dices de Islandia, ho?!” preguntó el primero, que parecía el informado del grupo. “Pues que en Islandia también ha habido una revolución popular. Me lo dijo el guaje, que lo leyó en Internet. Pero eso no lo ponen en les noticies.” “¿En Islandia, Manolín?” “Sí, sí, en Islandia, Isidro. Se negaron a pagar la deuda de los bancos y andan los banqueros huidos, perseguidos por la Interpol. Y han echado al gobierno y han hecho una asamblea popular y están redactando una nueva constitución. Una democracia directa… Pero claro, ye que son 300.000. Y negáronse a pagar ellos los desmanes de los bancos, y como todos los políticos apoyaben el rescate de la banca echáronlos a todos a golpe de cacerola.” “Anda, Manolín. ¿En Islandia dices?” “¡Que sí, ho!” “¿Y cómo ye que no sal en les noticies, ni en ningún periódicu?” “¡Qué sé yo! Porque no quieren que cunda el ejemplo.”
Él dejó el trapo con el que estaba limpiando las copas y tecleó en su teléfono inteligente: “Islandia/Revolución”. Salieron pocas páginas y no conocía ninguna. Varios blogs antisistema, pero nada de medios conocidos. Leyó varias y parecía que ese hombre decía la verdad. Al menos eso se contaba en algunas webs. Sí había medios de renombre que hablaban del referéndum diciendo "no" a asumir la deuda, pero nada de la asamblea ni de la nueva redacción hecha por “no políticos” de una nueva carta magna. Como no había más gente en el bar leyó durante diez minutos, después dejó el teléfono y miró a sus tres clientes, seguían hablando de cómo era posible que nadie dijera nada en los medios.
En ese momento entró un cuarto amigo. “¿Qué tal, ho?” “Na, aquí alucinando con lo de Islandia” respondió el que llevaba la voz cantante. “¿Con qué de Islandia?” “Que resulta que son unos revolucionarios, Marcelino.” “Home, claro. Ya cuando hicieron el helado ese de fabada lo demostraron, pero aún así a mí préstenme más los de los Dos Hermanos.”

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