jueves, enero 13, 2011

Al principio fue el verbo

Leo en el periódico que Obama (el que esperanzó y defraudó a casi todo el mundo) pide, tras el atentado de Arizona, “un discurso público más civilizado”. Viene a decir que la retórica dura de los personajes públicos (políticos y periodistas) contagia a los ciudadanos. Y asiento con la cabeza. Lo compruebo a diario con personas de todas las ideologías y condición. En una de sus frases, apunta que la forma en que nos tratamos los unos a los otros es importante y que, sobre todo, solo depende de nosotros, que cambiar las cosas que van mal en el mundo depende de muchos factores, pero la forma de dirigimos a los demás sólo es cosa nuestra. Vamos, que se puede decir lo mismo sin agredir y descalificar gratuitamente. Le doy la razón en que el discurso social (no sólo de los políticos, vean Gran Hermano, o Sálvame, o La Noria o El Gato Tuerto) está plagado de insultos, porque muchos piensan que gritando y/o descalificando al adversario nos ganaremos antes la empatía de los oyentes. Y creo que nos alineamos con los odios con más facilidad que con las filias. Hoy en día, parece que enemigos comunes sí hacen amigos, y en esta sociedad de la inmediatez, lo primero que hacemos es demostrar quiénes son nuestros enemigos y con ello adherirnos a una causa. Nada más inmediato que el insulto, el libelo o la descalificación.

En Gran Hermano, que, como dice Milá, es un experimento sociológico -y yo estoy de acuerdo en que puede ser un escaparate- persiguen y demonizan la violencia física, pero hay una violencia verbal que es “gore” del duro. Y de esa, nadie se queja. La muestran, la exponen, la publicitan. Y el público la aplaude. Se valora a las personas directas comos si fuesen más sinceras, y se penaliza a los conciliadores, a los apaciguadores, a las personas de “perfil bajo”.

Las tertulias políticas están llenas de términos como “nazi”, “inquisidor”, “Bambi”, “doberman”…, que son una descalificación disfrazada, pero descalificación. Y es que las palabras son gratuitas, mas encierran mucho más significado del aparente y tienen un eco apenas visible pero muy duradero.

Y lo peor de todo es que las palabras son combustible para el alma, nos llenamos de ellas y con ellas fabricamos nuestros pensamientos. Nuestro lenguaje nos hace quienes somos. Y si el lenguaje y el discurso son sucios y violentos, así lo seremos nosotros también. Y nuestra sociedad.

En época de crisis sale a la luz la agresividad. Recursos escasos originan batallas intensas. No hay palos ni piedras, pero las palabras pueden llegar a herir de muerte a una sociedad, porque las heridas físicas cicatrizan antes que las del alma.

Sticks and stones may break my bones... But words don't bother me. A mí sí.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No se puede decir mejor...

Anónimo dijo...

"Estoy totalmente de acuerdo", Mara said.