Una de la tarde. Han pasado las fiestas. Salgo de hacer unos largos en la piscina para evitar que el turrón se adhiera del todo a mi cintura. Tras la ducha, me seco en el vestuario.
Cerca de mí hablan dos paisanos de unos cincuenta y bastantes años. Les conozco de vista, creo que uno está prejubilado de Ensidesa y que el otro trabaja de comercial de algo. El segundo tiene una hija un poco más joven que yo que siempre me ha parecido una pija redomada. Comentan la noticia que está en boca de todos: Cascos y su vuelta a la vida pública. El segundo dice, mientras se echa desodorante, que no ye normal, que si quería presentarse como independiente debería haberlo hecho antes de que le dijesen que no los del PP. El otro dice que sea como sea, si se presentase, él le votaría, que nunca le cayó bien, pero que estaba harto de los dos partidos de siempre en Asturias. El otro decía que el PP sufriría una merma de votos si se presentaba y que le daría en bandeja el gobierno al PSOE. A lo que el primero decía que no, que él no hubiese votado al circo del PP asturiano que se encadenaban y todo en su sede, que si no era a Cascos no votaría a nadie. Decía que había votado a Felipe en el 82, y que después también había votado a Aznar, que votaba según le pareciese, que no tenía su voto dado a ningún partido, es más, “yo voté siempre a Paz en Gijón, y llegué a votar a Rajoy en las generales”, afirmó rotundo. Y que ahora quería cambios, que la vuelta de Cascos le ilusionaba, que creía que podía hacer cosas por Asturias, que la región necesitaba renovarse, que los asientos oficiales habían tenido la forma de los mismos culos durante demasiado tiempo, y que Cascos, aunque a él no le gustaba nada, le parecía un tipo con experiencia. Yo pensaba, abrochándome la camisa, que lo que pasaba es que ya lo conocía y que la gente se siente segura, en épocas de incertidumbre, con lo ya vivido.
El segundo poniéndose la corbata le decía que sin un partido detrás, sin dinero, sin apoyos de la prensa, Cascos no tenía nada que hacer, que esto era una pataleta desleal que no iría a ningún sitio. El primero no le quitaba la razón. Decía que podía ser, pero que aún así era mejor que lo que había, y que lo triste era eso precisamente, el clientelismo de la región, en donde lo único que se quería era mantener el status quo, y que él estaba harto de oír a la gente quejarse para que luego, en el fondo, nadie quisiera que las cosas cambiasen.
Metí mis cosas en la mochila y salí a la calle con el pelo mojado. Quizás fuese por la humedad en las meninges, pero estaba casi seguro de que había escuchado que un señor estaba reclamando algún tipo de evolución/revolución liderada por ¡¿Álvarez Cascos?!
Ya todo es posible en este mundo extraño.
viernes, enero 07, 2011
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1 comentario:
Creo que algo grave ha empezado a suceder en el momento en que los votantes mutantes (González-Rajoy-Cascos) han ido aumentando en número. Desde que no hay ideologías estamos mucho más desnudos, somos más oportunistas, menos luchadores y más acomodaticios. Tal vez sí que significaba algo y sí que se traducía algo establecer una diferencia entre la derecha y la izquierda... Cuando todo es lo mismo, todos somos lo mismo. Por cierto, me han encantado estas dos últimas entradas.
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