jueves, enero 20, 2011

Carrusel

Los cínicos y los descreídos creen que todo el mundo está habitado por gente como ellos. A ratos, yo, cínico y descreído, lo creo.

Aquel lunes la pareja llegó temprano al cine. Sacaron las entradas para ver una película de esas que destapan los entresijos de la política, de los medios de comunicación, de la economía mundial… Una de las buenas, vamos.

Como les sobraba tiempo, se sentaron a comer un kebab en un turco que estaba junto a la taquilla. Él se fijó que en el local de enfrente habían puesto unos coches de choque y un carrusel de esos que son como un Scalextric. Le llamó muchísimo la atención. ¿Qué niño querría montarse, hoy en día, en el camión de bomberos de un carrusel en el que su máxima emoción es que sube a un piso que está a dos metros del suelo? Los niños tienen ahora en sus casas videojuegos que reconocen hasta los movimientos del cuerpo y pueden jugar ¡físicamente! a ir montados en una canoa que baja por un río lleno de rápidos e infestado de cocodrilos. Le pareció un mal negocio.

Pero justo en el momento en el que ese juicio socio-empresarial se cristalizaba en su mente, un padre y un niño de unos 8 años entraron en la sala. Vio claramente cómo el niño elegía una moto de policía para subirse y cómo el padre le miraba mientras él se agarraba con fuerza al manillar. Su análisis socio-empresarial comenzó a desdibujarse. La cara del niño al hacer la espiral ascendente que le conducía al piso de arriba demostraba un interés insospechado para él hacía unos segundos. Le golpearon recuerdos de las romerías de su infancia. De pronto le pareció estar en los 80. Y se sintió muy bien.

El niño saludaba a su padre con la mano en la recta del piso de arriba. Y su padre, al que se le veía disfrutar de la alegría del niño, le indicaba con gestos que se agarrase. Tras cuatro vueltas, la atracción se paró y el niño se bajó excitado corriendo a agarrar la mano de su padre. Agradecido.

“¡¿Qué?! ¡¿Quieres montar?!” le preguntó sarcástica su novia. Él negó con la cabeza y caminaron hacia el cine. La luz, el ruido, la experiencia, lo afectivo… Pensó en aquel niño y en la ilusión de su mirada por algo tan… ¿tonto? Envidió esa emoción. Esa emoción libre de todo análisis racional. Esa emoción tan pura.

Vieron la película. Era buena. El mundo es así: los intereses empresariales, el poder, las dobles morales… Es verdad, el mundo es así. Pero también es un niño subido en un carrusel.

Que no se me olvide.

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