No hace mucho, TVE emitió el documental “Tirar. Comprar. Tirar” en donde se cuenta -muy bien, por cierto- cómo la sociedad de consumo había establecido, en la edad de piedra del capitalismo, los mecanismos necesarios para que la demanda, motor del consumo, no parase nunca. Mucha gente se llevó las manos a la cabeza al comprobar cómo se nos vendían productos defectuosos, o programados desde su diseño, para que dejasen de ser eficaces en un tiempo determinado, y que así, los fabricantes pudiesen vender el nuevo modelo con la consiguiente circulación de dinero.
Pero la obsolescencia programada no solo es un defecto de fabricación, nos lo dejaba bien claro el documental, muchas veces es una obsolescencia aparente lo que hace que el comprador desee un producto que ya tiene pero en su versión más moderna. Lo comprobamos cada temporada con la ropa.
Las marcas y la publicidad aparecen cuando una empresa tiene que vender sus productos a gente que no los necesita o que, si los necesita, les da igual de qué marca sea. La publicidad no es información, es persuasión. Pregúntele a cualquier publicista.
Y durante los últimos 80 años a occidente no nos ha ido mal del todo con este sistema. El dinero circulaba, se mejoraba socialmente, las condiciones de vida iban a mejor, se llegó en algunos países a la “sociedad del bienestar”, pero desde hace poco todo está en duda.
Ahora las vergüenzas del sistema capitalista se han puesto en evidencia y China –país comunista- compra deuda pública americana… y española, porque ya nos hemos dado cuenta de que el dinero que teníamos era del Monopoly, y las empresas no tienen fondos para seguir fabricando, y los derechos sociales adquiridos por los ciudadanos occidentales (¡nosotros, oiga!) están en cuestión. Y nos rasgamos las vestiduras, con razón, porque con el comer no se juega. Pero…, ¿está en juego el comer? ¿O lo que está en juego es el abrigo de temporada? A corto plazo está en juego el comer para mucha gente, porque muchos quieren, o queremos (que yo no me borro), que a la larga volvamos a vivir los días de vino y rosas pasados. Quizá es hora de volver a un consumo responsable y a una fabricación responsable. Eficientes y duraderos productos para que la vida en el planeta sea duradera y satisfactoria. Porque la obsolescencia programada, con su veloz circulación de bienes materiales y de ideas llenas de ruido y furia, nos ha dejado el planeta plagado de basura y nuestras almas atiborradas de deseos fatuos. Y yo soy el primer pecador.
jueves, enero 27, 2011
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