Sale ligero y con aplomo de la bocana del puerto. A babor, la playa de Poniente se tumba junto al mar; a estribor, la Cuesta’l Cholo brilla y se agita con los jóvenes reflejando en sus rostros el sol de un junio caluroso. La proa a la mar, a esa pradera azul, inmensa e insondable que hoy trae la calma a la bañera de este velero viejo y prestado. Sonreímos nerviosos, salimos al Cantábrico y nos invade una sensación de libertad auténtica, la libertad de no tener los pies en la tierra. En esa tierra firme donde todo es firme como ya conocemos. No movemos ligeros e inseguros sobre la cubierta -adiós a las certezas- y, paradójicamente, eso nos reconforta, eso nos libera. Quitamos las defensas y paramos el motor cuando ya podemos tapar los edificios del muelle con una mano. Cazamos la mayor e izamos el foque para que la suave brisa del atardecer lo hinche amablemente…
Parece que nuestra piel brilla más sobre el mar, que nuestros dientes son más blancos…
Creo que va a ser verdad que en estas latitudes los siglos son anfibios todavía.
viernes, junio 17, 2005
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1 comentario:
¡Qué gran dominio del léxico marinero-naútico! ¡Qué sorpresa! A mí ese vasto campo de velas, foques, babor, mayor, etc. siempre me ha parecido más difícil, y de alguna manera más hermoso, que, por ejemplo, el lenguaje taurino... Es una cajita de sorpresas este tesoro de Xivares...
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