Ir al cine en una ciudad extraña es como volver, por hora y media, a casa. Los cines, y supongo que ahora más que nunca, son muy parecidos en todas las ciudades, aunque la sensación de retorno uno la experimenta cuando se apagan las luces y vamos poco a poco entrando en ese mundo de todos que es la ficción. Nuestra “ficción”. Con la tenue luz que llega a la pantalla y olvidados del lugar en el que estamos, las distancias se acortan... Alguna vez he tenido que preguntarme, al comenzar los títulos de crédito, dónde estaba, abstraído por el cine…, por lo imaginado.
Eduardo Chillida decía que el horizonte era la patria de todos los hombres. Yo creo que la patria de todos los hombres es la imaginación, la posibilidad de vislumbrar otro mundo…, otros mundos.
Supongo que horizonte e imaginación están muy unidos. Ambos conceptos suponen miradas a futuro. Realidades lejanas, inalcanzables, destinos ideales y necesarios para seguir andando.
Estoy en Zaragoza. Voy a ir al cine.
jueves, febrero 10, 2005
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