viernes, julio 15, 2011

La 12 y la 13, para mayores de 14

La arena de las pandillas de adolescentes.


Los veranos son momentos muy propicios para los descubrimientos. También para la socialización. Para la socialización elegida, no la impuesta por el ámbito laboral, escolar o familiar. Y la adolescencia, como paso ente la infancia y la juventud es el principio del verano de la vida.


El estío es de todos pero es un poco más de los jóvenes. Quizá es que en verano todos somos un poco más jóvenes, o lo creemos. Y el verano en Gijón, pese a lo que diga el meteorólogo, es la playa.

Socializar, juventud y playa en Gijón son las escaleras 12 y 13. Esa zona de San Lorenzo que, incluso a marea alta, es ancha pero aún no tiene casetas, esas urbanizaciones de tela y palos propias de los adultos organizados y pudorosos. La 12 y la 13 son el campo de juego ideal para la pandillas, para aquellos, que hasta hace un año o dos iban con sus padres a las casetas. Es el terreno ideal para las escaramuzas sociales. Están en la edad en la que han cambiado la familia por la pandilla. Y se reúnen los viernes y los sábados en el Tribeca, en la calle Capua… y por semana, si el astro rey lo permite, en la arena.

Si uno se apoya a lo voyeur sociológico en la barandilla de la 13 verá grupos de chicos y chicas en la flor de la vida, verá balones de volley al lado de las toallas, libros e incluso apuntes si están cerca los exámenes, ¡y verá muchos teléfonos móviles! Los jovencitos bronceados no dejan los mensajes, el Whatsapp ni el twitter hasta meterse en el agua. Los que tienen Internet se escriben incluso con la pandilla que tiene cuarenta metros más allá. Y estos grupos, estas amistades, ya son las creadas, las elegidas. Algunas pandillas llegan en junio hechas del colegio: San Vicente, Codema, Piles… Otras vienen hechas del equipo (de fútbol, de balonmano, de baloncesto) que pronto empezarán la pretemporada… y combinarán la playa con los entrenamientos. Lo que si pasará es que las subidas y bajadas de mareas, las miradas y las leves conversaciones durante estos tres meses barajarán los grupos y crearán otros nuevos. Propiciarán descubrimientos.

Y en eso se afanan los grupos de chicos que miran a las chicas. Algunos, los menos tímidos, se atreven a interactuar; los más osados a veces caen en faltones. No saben que esos movimientos y los comentarios que ahora hagan en Facebook les acompañarán durante unos cuantos años. Gijón no deja de ser un pueblo grande, o una ciudad pequeña, y por la 13 y por Tribeca pasará todas su generación y dejarán un rastro. Igual que otras lo hicieron por el Jardín, o por el TIK.

Ellas, como en una película mala de instituto americano, también se ganan sus epítetos: de cortadas, de atrevidas, de bordes, de sosas. En general, hoy en día las chicas son más echadas pa’lante, pero en bikini, sin los tacones, lejos del botellón, muchos estereotipos siguen vigentes. Ellos se preocupan de la imagen tanto como ellas y ellas saben lo que quieren mejor que ellos. Pero siguen actuando como si de un ritual de cortejo del s. XIX se tratase. Al fin y al cabo los roles que les vende la MTV son los mismos que antes pero con menos ropa y más desinhibiciones.

La forma de socializar en esa escalera 13 les acompañará durante una larga temporada. Al fin y al cabo es el primer paso en el mundo adulto. Y allí, ese paso se da descalzo.

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