jueves, diciembre 01, 2011

Vivir de la imagen

“La mujer del César no solo ha de ser honrada, ha de parecerlo.” Así ventiló Julio César su matrimonio con Pompeya tras descubrir en su casa, disfrazado de mujer, a un adversario político que tenía la intención de yacer con su esposa. Pompeya juró que no había pasado nada, y César la creyó, pero aun así se divorció de ella con esa sentencia que ha pasado al refranero popular.
A mí me da que César tenía intención de librarse de Pompeya y vio que la ocasión era inmejorable, pero ya fuese movido por su hastío matrimonial o por su sentido de la responsabilidad, nos dejó una frase que todo cargo público debería aplicarse.
Seguro que ustedes habrán oído o leído el caso de las presuntas irregularidades empresariales en las que ha incurrido el marido de la infanta Cristina, Iñaki Urdangarin. Parece ser que la empresa de la que el ex balonmanista era presidente cobró cantidades considerables de dinero público haciendo abuso de su posición como miembro de la Casa Real.
Hasta que se celebre un juicio y se dicte sentencia, el señor Urdangarin es tan inocente como un infante recién nacido, e igual después también, oigan. Pero si yo fuese un miembro de la Casa Real estaría tatuándome la frase de Julio César en el antebrazo.
La Casa Real nos representa a los españoles, y uno de los valores de los que tiene que hacer gala es la honorabilidad. No tiene que ser lumbreras que den soluciones a los problemas del país pero sí tienen que ser honrados y ejemplares. Es lo que se les exige. Por eso les mantenemos como representantes.
Me hace gracia ahora el debate que se abrió cuando Felipe eligió como esposa, y por ende futura reina, a una plebeya divorciada. A fecha de hoy, Letizia ha demostrado ser honorable y digna, y está cumpliendo con su papel de representación sin tacha. No se puede decir lo mismo de los infantes consortes. Al pintoresco Marichalar parece que se lo quitaron de encima por su gusto por la fiesta y la frivolidad, no muy acorde con la “austeridad” real. Y sin embrago, el que sobre los papeles pintaba como la gran elección (jugador de equipo, medallista olímpico…) se ha puesto en la palestra por sus presuntos negocios irregulares. Algo, a mi juicio, mucho más punible que unos pantalones extravagantes y la afición al champán.
La Familia Real no es una familia real, es una institución. Y sus integrantes, como figuras públicas que son, tienen unos peajes que los plebeyos no tenemos.
Yo no soy republicano, no me parece mal que el jefe del estado lo sea por su cuna y no por sus meritos. Me parece bien que se les eduque y prepare desde pequeños. Pero ahí entra también el saber con quién emparientan y lo que tendrán que hacer sus consortes. Si no cumplen con su función representativa, quizás podríamos despedirlos por dejación en sus funciones ¿no?

No hay comentarios: