jueves, diciembre 15, 2011

¿Hasta cuándo abusaréis de nuestra paciencia?

La semana pasada emitieron una entrevista que El Follonero le hizo a Cayetano Martínez de Irujo en su condición de empresario agrícola. El hijo de la Duquesa expuso sus ideas sobre los jornaleros que trabajan para él, sobre el espíritu de los andaluces… Todo con miga. Lo digo en serio. Digno de verse. Entren en You Tube. Y en toda la conversación el noble se mostró a la defensiva pero cómodo, es más, yo diría que orgulloso y empresario. Agradecido, creo, a que le permitiesen mostrar una imagen que lo aleja del papel couché y que le presenta como un empresario. Y en ese baño de ego, el liante del Follonero –un fenómeno- le extrajo la siguiente perla: “A mí me hubiera encantado vivir en el medievo, porque en vez de 32 demandas en los juzgados, yo sacaba mi espada y, o tú o yo. Y fuera”. ¡Ole, ole y ole!
Este señor, un inocente total, le concede una entrevista al Follonero, con el riesgo que ello conlleva, no para hablar del Corazón –cosa que él debe de considerar de cuarta regional- sino para hablar de economía, de organización social, de política. Y ahí es donde se defenestra. A nadie le importa realmente si se divorcia, si Mar Flórez le corneó con Lecquio, o si su madre se ha casado con un Alain Delon cañí. La gente habla de esas cosas y con ello, les coge hasta cariño, porque esa es la función de la nobleza hoy. Circo para las masas. También la de la princesa del pueblo. Porque es el pueblo el que da y, sobre todo, mantiene los títulos nobiliarios. Pero los españoles del XXI no estamos preparados para oír lo que realmente piensa un iletrado de noble cuna.
Yo conozco a cientos que a espada, o a trabuco, o a hostias, se lo meriendan; porque tienen mucha más hambre y menos que perder que él. No sé si a este señor le sonará esa niñería de la toma de la Bastilla, o el Gran Miedo que asoló la Francia rural de los grandes terratenientes.
Este señor no sabe que lo que hace que el juego social se mantenga es la aceptación de la ley por las distintas clases sociales y económicas. Ley que se puede cambiar, porque los plebeyos votan y porque los nuevos aristócratas, los que tienen el capital -y saben que lo pueden perder-, prefieren leyes que espadas. Este señor conserva lo que tiene gracias a que los juzgados pesan más que el acero.
Alguien debería decirle que hable de sus novias, divorcios e hijos antes que hacerlo de sus ideas políticas. Porque el horno está muy caliente. Y el Príncipe Felipe debe de estar al teléfono preguntándole a lo Julio César: “¿Tú también, Cayetano?”.
Ahora solo pienso en desamortizar y nacionalizar bancos, y este señor me empuja a hacerme con una espada. No tengo cuna, ni bienes, ni estudios en Stanford pero tengo brazos fuertes y muy mala leche. Y como yo hay muchísimos.
¿Dónde está la responsabilidad, Cayetano?

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