jueves, septiembre 29, 2011

Ilusión en bolsa

No soy yo muy de lotería, muy de juegos de azar. A veces echo una Primitiva, y en Navidad puede que lleve alguna participación de un décimo, pero poco más. Además, como soy aficionado a las teorías conspirativas, desde que a los dieciséis años leí “1984”, creo que, como decía Orwell en su novela, los grandes premios no tocan nunca a nadie. De hecho, no conozco a nadie que le haya tocado un premio cuantioso –o igual sí y la gente no lo cuenta, algo raro en este mundo de personas ávidas de fama-, pero sí conozco a algunos a los que les han tocado premios pequeños. Fundamentales para que la gente siga jugando ilusionada. Pero de esos botes de 5, 10 ó 30 millones de euros que a veces anuncian, de esos de jubilarte, no conozco a nadie.
Lo que sí creo es que el que gana siempre es el Estado, y eso a mí me parece muy bien, oiga. Porque Estado somos todos. Aunque a veces alguno lo olvidemos.
Estos días veía en la tele un anuncio que hablaba de sueños e ilusiones. La esencia de cualquier anuncio. Y este en concreto quería vender precisamente eso: sueños e ilusiones, pero no materializados en un todoterreno o en un chalé en “¡TorreviejaAlicante!” que decía Mayra Gómez Kemp, sino en sueños como el propio producto a vender. Era la salida a bolsa de Loterías del Estado.
Me dio por informarme porque me pareció un activo fabuloso en época de crisis. Un valor que siempre crecerá. Porque creo que la gente siempre quiere mejorar y confía en que el destino le dé alguna vez algún as, y más en tiempos de cinturones apretados, cuando el dinero no entra a pesar del trabajo –de aquel que lo tiene-.
Y vi que el Gobierno proponía sacar a la venta el 30% de la sociedad. Y de ese porcentaje ofrecer un 40% a instituciones y un 60% a minoristas. A usted y a mí, oiga. Vamos, que si comprásemos lotería, en sentido bursátil, ganaríamos siempre que alguien comprase un décimo o echase una Bonoloto. Sería la forma de asegurarse ganancias. Pero la bolsa también es un juego de azar. Lo que compras tiene el valor que los demás le dan. Y eso fluctúa. Fluctúa tanto, que unos días después de su anuncio, el Gobierno ha decidido aplazar dicha salida a bolsa porque "no se dan las condiciones adecuadas de mercado para garantizar unos ingresos que reflejen el valor de la compañía”. Vamos, que los precios ofertados por los inversores institucionales, que son los que saben cómo está el mercado, son una miseria. Que no dan un duro por la ilusión. O bueno, sí dan, pero mucho menos de lo que el Gobierno esperaba. Los que saben, y manejan las vidas, saben que incluso ahora la ilusión cotiza a la baja.

Y esto me ha quitado un poco más la ilusión. Así que voy a hacer una primitiva a ver si Orwell se equivocaba.

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