Las bicicletas ¿son para el verano?

Está de moda desplazarse sin usar hidrocarburos y consumiendo carbohidratos.

La gente les mira pedalear hacia atrás a la sombra de la Lloca. Giran sobre sí mismos en círculos. Se sorprenden los viandantes de su habilidad. “Mira, el circo ha llegado a la ciudad” se oye decir a un padre que pasea con su hijo. Un circo retro moderno, con colores flúor, pantalones remangados por los tobillos y gorras ciclistas de los 70. Son bicis de piñón fijo (“fixies”, para los conocedores). Y cada vez se ven más en el paseo marítimo gijonés. Como si esto fuese el Soho neoyorkino, pero con salitre y olor a ocle.

“Las bicicletas son para el verano” titulaba Fernando Fernán Gómez su más famosa obra de teatro. Y es verano y Gijón está lleno de bicicletas: circulando por la carretera, por las aceras, por los carriles bici -que siempre saben a poco-, y candadas en las farolas.

Gijón quiere que las bicicletas sean para todo el año. Gijón quiere ser una ciudad limpia, y en ello está. Los kilómetros de carril bici aumentan y cada vez más gente se suma a la sana moda de desplazarse sin usar hidrocarburos y consumiendo carbohidratos.

Las bicis han experimentado un boom este verano: a las de montaña, que no se han ido nunca, se suman ahora las de ciclista -cotizadas ya en el rastro-, las BH plegables con pegatinas del Naranjito rescatadas del trastero, las tuneadas “fixies” y las simplificadas mecánicamente, pero sofisticadas estéticamente “singlespeed” o las bmx de los adolescentes, sin frenos y preparadas para darse golpes en el skate park de El Cerro… El muestrario es inmenso y no hay más que sentarse en un banco de San Pedro para ver, en menos de 15 minutos, una de cada.

Al haberse puesto de moda de esta manera, el concepto de juguete infantil o el de vehículo deportivo que durante una época tuvo, se le vuelve a quedar pequeño a la bici. Si aún no se han fijado y siguen su observación sociológica mientras pasean ahora hasta la Escalerona, podrán ver desde niños dando sus primeras pedaladas bajo la mirada de sus padres, hasta al ciclista vestido de maillot que enfila para coger la Providencia -o se disfraza del Decathlon para ir hasta el Rinconín-, pero también verán la bici de montaña en la que va un señor de mediana edad con la toalla sobre los hombros para darse un baño de última hora en la escalera 15.

Y este aparente salto hacia atrás, este revival de la bici como medio de transporte, es un síntoma de salud social y de salud mental.

Aunque a ratos este cambio de paradigma cause conflictos. Si continúan con su paseo no es raro que vean alguna discusión entre una señora y un pedaleante. Y es que El Muro es una zona de tránsito mixto, los ciclistas han de circular despacio y los viandantes tienen que tener en cuenta que puede haber y habrá bicicletas. A veces, por raro que pueda parecer, hay menos consideración por parte de los peatones que de los rodantes. Observen ustedes.

Y si usted tiene más ganas de caminar puede que se cruce en el puente del Piles con Enol, con Doni, con Guille y con Susana, esta vez pedaleando con sus piñón fijo hacia delante, charlando y convirtiendo con sus coloridos atuendos San Lorenzo en un “boardwalk” californiano.

Y a ellos no les preocupa que ya estemos casi en septiembre, porque ellos van siempre en bicicleta. Y para el que monta en bici siempre es verano. ¿Qué no lo creen? Pedaleen y díganme.