Saca su BMW del parking de Fomento. Sale por la avenida de Portugal, y en la entrada de la autopista ve un montón de luces y coches parados. Un agente de la benemérita le hace indicaciones para que pare. Su mujer dice: “Ay, Dios, un control”. Él dice: “No pasa nada, voy perfectamente”. El agente le explica que es un control de alcoholemia, que coja la boquilla, la introduzca en el medidor y sople con fuerza. Él dice que no ha bebido nada. El agente asiente. Él sopla. “Siga, siga, siga. ¡Vale!” Él mira a su mujer, que está con cara de susto, después se vuelve al guardia civil. “Dice usted que no ha bebido, pero…” comenta el agente. “Bueno, un poco sí he bebido. Algo de vino y un chupito…, pero estoy perfectamente”. El agente le informa que ha dado 0,45 y que tendrá seguro una sanción económica y la retirada de varios puntos del carné. Él se indigna y dice que esto es un atropello a la libertad, que él no ha causado jamás un accidente y que a ver por qué el límite es tan bajo, que él ha bebido dos copas, ¡o tres como mucho!, y que no ha molestado a nadie. El agente le informa que si su acompañante no conduce tendrá que dejar el coche inmovilizado, o llamar a alguien para que vaya a buscarlo. Su mujer dice que sí conduce y que no ha bebido. Él le dice que no, que él se va a ir de allí conduciendo. El agente le invita a que salga del vehículo al ver su actitud beligerante. Su mujer está avergonzada. Arranca el BMW y el agente le dice que deponga su actitud y que pare el motor, o que le tendrá que denunciar por desacato. Él está encendido ante el “¡sistema de mierda que tenemos!”, dice cosas sobre los políticos, sobre los terroristas, sobre la libertad… Cada vez parece más un borracho. “Soy inofensivo” grita con violencia. Mete primera y sale de allí quemando rueda.
La mayoría de los que lo hayan leído hasta aquí ya se habrán posicionado. ¿Es un cafre? ¿O tiene razón? Puede ser cierto que el alcohol no afecte igual todos los individuos y que 0,25 para unos sea poco, pero quizá para la mayoría puede que sea mucho. La ley ha de poner un límite. ¿Es alto? ¿Es bajo? Es un límite.
No dejan fumar en los bares y restaurantes. ¡Qué atropello a la libertad…! de los fumadores. Hasta hace un mes, el atropello era para los no fumadores, que, estoicos y tolerantes, acudían a locales públicos llenos de humo… Ya hay hosteleros insumisos con la ley del tabaco. Salen en la tele orgullosos de su lucha como si fuesen Gandhi, o Mandela, o Luther King.
El guardia civil ha anotado la matricula del BMW y el “insumiso” conductor ya es un delincuente en toda regla.
Las leyes son para todos, nos gusten o no. Hay formas de cambiarlas, pero, hasta que no se cambien, si se cambian, hay que respetarlas. ¡Así me lo aprendí yo!
viernes, febrero 11, 2011
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