Otra vez a matacaballo. Nervioso. Incluso le parece oír el tic tac del reloj digital. Sólo faltan 4 días y tiene que tener terminado un trabajo que, cuando se lo encargaron, pensaba que le sobraría incluso una semana para repasarlo un par de veces. Pero no. Siempre está igual. El hombre es el único animal que tropieza doscientas veces en la misma piedra, y en su caso, el tropezón siempre es a última hora, cuando casi ya no hay luz.
Hace un mes aceptó un encargo ilusionado. En cuanto colgó el teléfono tras decir sí calculó cuantas horas tendría de dedicarle al proyecto en cuestión. Le salieron 4 horas al día. Podía compaginarlo con sus otros quehaceres y los otros trabajos que ya tenía en marcha. Bien. Tenía los materiales, la experiencia…, todo iba sobre ruedas. Pero aún no había empezado a rodar. Marcó en su agenda todos los estadios que había que ir consiguiendo día a día. Y llegó el día del comienzo. Cumplió. Al día siguiente, varios contratiempos le hicieron retrasarse un poco. Al siguiente, cumplió con reparos. Al siguiente tuvo que hacer facturas y perseguir a varios clientes morosos, no le dedicó un minuto. Le pesaba no poder continuar con su programa. El papeleo era parte del trabajo pero él no lo veía como tal. Y así un día detrás de otro. Dejó pasar una semana antes de rehacer el calendario. Bueno, no era grave. Ahora tendría que dedicarle 6 horas en vez de cuatro para terminarlo a tiempo. No era para tanto.
Hubo buenas olas esa semana. Malo para el negocio, bueno para la vida. Además, otro encargo, más corto y urgente, se coló en su escritorio. No fue capaz de negarse, era dinero fácil. Sprint laboral, y en dos días, quitado de en medio. Reajuste de nuevo. Ya le salían 8 horas al día dedicado a este encargo. Volaron los días, y ahora sólo faltaban 96 horas, para que sonase el despertador. Los repasos eran un lujo. Confiaba en sí mismo. Al igual que tenía experiencia en meterse en estos líos, la tenía en salir de ellos. Un día de retraso no te hace perder un cliente. ¿O sí? Ahora ya tenía que dedicarle 14 horas diarias. Llevaba así dos días. Tiene un puente por delante en el que no va a ver la calle. Ser autónomo está bien, tienes tu propio horario, dice la gente. Ser autónomo es como ser estudiante, tienes exámenes con cada trabajo y, al final, terminas levantándote a las 6 de la mañana para hacer la chuleta de la tabla periódica o de las declinaciones. Por suerte, él casi siempre aprobaba. No podía perder este cliente. Por eso se juraba que esto no le volvería a pasar…
La semana que viene tiene que entregar otro proyecto. En ese ya va con 5 días de retraso. Ahora no lo piensa. Esto es un suma y sigue. A ver si encima dan olas…
jueves, octubre 28, 2010
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3 comentarios:
no sé, esto me suena familiar, quizá yo no podría vivir así, algunos no tenemos suficiente disciplina... como para todo, hay que valer
totalmente es to es lo re super de lo super es de h de lo mejort
HTML ES TO ESTOTALMENTE DE LO SUPPER RE GUAO
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