jueves, julio 07, 2005

Those were the days of miracle and wonder

Los veo, los oigo, los revivo limpiándolos de polvo y paja…

Un SEAT 127 blanco, mi padre aún tenía algo de pelo y mi madre aún era moderna. Mi madre, lectora -siempre con algún libro encima-, culta para su época y su ubicación geográfica, y con un parecido físico asombroso a Carolina de Mónaco. Mi padre, deportista, un ligón de libro en su momento, según he oído por ahí, y no a mi madre precisamente. Mi abuela dice que el poco tiempo que pasaba en casa siempre estaba planchándose las camisas y los pantalones, y que a casa, en donde vivían once personas (mi padre tiene ocho hermanos), siempre estaban llamando por teléfono y casi siempre chicas preguntando por él.

Yo podía tener unos seis años, rondaría el 82 del Naranjito, de las camisetas acrílicas apretadas, de aquel Gijón lleno de alemanes en el que todos creíamos haber visto a Rumenige caminado por el Paseo del Muro. Un Gijón que todavía podemos ver en Volver a empezar; aunque de aquella, para mí tenía más luz.

Los fines de semana eran siempre de coche, en invierno y verano. A mis padres les dolía la casa. San Isidro, del otoño a la primavera, a caminar a esquiar, a sentarse a tomar el sol en un prado por donde corrían los regatos del deshielo. En verano, a Oles, al Puntal, o aquí cerca, a Granda, a coger moras, a ir a las romerías y jugar en las tómbolas: Una vez gané un bastón de plástico lleno de caramelos que era más alto que yo, apenas podía con él. Tuve que repartirlos entre mis primos. Me quedé sin caramelos, pero le saque partido al bastón zumbándoles a los muy gorrones con él. Hace tiempo ya, vi una foto de ese día. No recuerdo quién la tenía. Me gustaría conseguirla y hacer una copia.

Y de Gijón a nuestros destinos de fin de semana, siempre sonaba música en el 127. Los clásicos de mi vida: El Dúo Dinámico, Los Brothers Four, Manhattan Transfer (sí, sí, Manhattan Transfer), Roberto Carlos (que sí, Roberto Carlos también), Abba, Simon y Garfunkel, Julio Iglesias…

Ahora estoy escuchando -me lo he bajado del Emule- a Roberto Carlos. Ya voy a 140, volando por la vida, sin querer llegar…

Creo que comienzo a marearme, como en asiento de atrás del 127…

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo también gané una vez un bastón lleno de caramelos. También lo recuerdo como más grande que yo. También me los quisieron gorronear casi todos y también lo utilizaba para intentar sacudirme de encima a los gorrones... También siento nostalgia de aquellos tiempos.

Anónimo dijo...

¡Qué grande Roberto Carlos! "La distancia" forma parte de mi vida desde hace ya bastante tiempo y todavía hoy consigue conmoverme. Gracias por refrescarme la memoria

Anónimo dijo...

Me quedo con el 127 y los padres jóvenes; también con Naranjito y el glamour al alcance de la mano que dejó aquel Mundial (en mi ciudad, adivinen ustedes, lo que se veía por las calles era kuwaitíes). Y Roberto Carlos, claro, como no, tenía una voz magnífica. Pero a lo que vamos: que Xivares cada día está mejor escrito.