Puedes hacer planes, dibujar mapas, anotar en una lista todos los pasos a seguir, llenar el neceser de cremas innecesarias, de cepillos de dientes desmochados, de medicamentos para casos de urgencia. Puedes incluso dejarle las llaves a un vecino para que riegue las plantas en tu ausencia, para que mire en tus cajones buscando detalles de la vida de otro…, porque tú sabes que cuando partas la persona que regrese -si es que regresa- no serás tú…
Puedes esperar a que el arco del tiempo se tense lo suficiente como para lanzarte al viaje que aún no has emprendido, como si no fuese una decisión tuya. Porque a ti siempre te falta algo: la ropa interior, el cargador del móvil, las chanclas para la ducha…
¿Será que el plan no es bueno, que la ruta no es la idónea, que el destino no es ese?
Rehaces lo planeado continuamente, con metódica obsesión, variando pequeñas cosas de cada vez, y creando un viaje completamente nuevo cada mes.
Y es que al final no sales de casa, pero te reconforta saber que tienes la maleta hecha a medias, para correr si algún día sintieses los pies ligeros y dejases de temer la ira de Poseidón.
Tú como todos, igual que yo.
Pero quizá la odisea ya ha comenzado sin salir del pueblo, caminando de la Punta de Liquerique a la Lloca y de vuelta otra vez.
Porque el verano sin fin puede también vivirse entre Salinas y Vega. Sin Tahiti, sin Ciudad del Cabo, pero con El Arenal de Morís o con Verdicio trasportándonos a nuestro interior, a nuestro eterno surfari.
jueves, junio 02, 2005
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3 comentarios:
Un post cargado de grandes verdades.Qué lindo...
Por cierto, te añadí a los favoritos de mi blog, no te importa verdad?
p: Me alegro mucho de que te haya gustado y me alegro también de que me hayas linkado. Thanks a lot!!!
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