lunes, noviembre 21, 2005

Anochece noviembre / El poder de nosotros

La luna cubre con papel de aluminio la playa.
En el pedrero descansan las conchas apiladas por las manos de un
niño,
Olvidadas tras una tarde de otoño.
Las huellas de zapatos se pierden en la orilla con los suaves empujones de la pleamar.

Y los recuerdos se enfrían con el rocío sin pausa de un invierno que avanza,
Se escapan entre las manos como la arena de los puños.

Puedo oír los caballos que duermen a la espalda del pinar,
Tú sueñas con la gracia de Dios
Y temes el olvido que sufren las conchas
Pues sabes que ya no recuerdas los regalos de la máquina de bolas,
Ni el serrín esparcido por el suelo,
Ni las horas previas a las cenas de Nochebuena,
Cuando estabas nerviosa colocando los platos de la vajilla cara.

Pero hay algo mayor que el rumor de las olas,
Que los tiempos pasados,
Que el paisaje que se esconde tras la siguiente curva...
Algo ubicuo y atemporal
Que hace que me abraces
Sin miedo a traspasarme,
Sacando la humedad que se instala en mi alma,
De cuando en cuando,
Más a menudo de lo humanamente deseable.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

y qué nos queda a l@s que no tenemos quién nos abrace??, no nos queda nada?? sólo mirar las olas o las conchas apiladas? no por Dios .... espero que también a nosotr@s nos quede algo de poesía.
Beso y ánimo.

Anónimo dijo...

Es imperdonable que no escribas más (o que no publiques más).

Anónimo dijo...

Me he mudado de casa y aún no tengo router. Siempre encuentro excusas para callar... Dicen los anónimos teleoperadores que apaciguan mi ira que en breve recibiré el mencionado artilugio y ya estaré conectado de nuevo...

Eso de breve...

E=mc2