¿Y después?
Pongo otro disco infantil y les oigo cantar. Las voces de dibujos animados inundan la pequeña estancia, apoyo mis manos en el volante y les veo sonreír por el espejo retrovisor. Están apretados pero de alguna manera se las arreglan para hacerse cosquillas y pelearse. Les sigo el juego y cuento chistes, se ríen más aún. Les cuento el del perro “Mistetas” y se parten. Lo han oído mil veces y es un chiste malísimo –odio ese chiste–, pero a petición popular se lo cuento otra vez. Y ellos repiten a coro poniendo voz de señora estirada: “¿Ha visto usted a Mistetas?”. Y estallan las risas.
A mí me duele la nuca y los hombros. Ya llevamos un rato parados. Le digo a mi mujer que voy a mover un rato las piernas. Me mira y asiente. Camino alrededor del coche. Me estiro apoyado en el capó. Miro los coches que me rodean, las caras compungidas. Veo como algunos nos miran con gesto de extrañeza. En nuestro coche, mi mujer me releva contando chistes y los enanos siguen sonriendo. No les veo desde atrás, el maletero está lleno. Lleno con todo. Todo.
Pero oigo las risas. Incluso fuera del coche oigo las risas que atenuan los cláxones, los insultos y los sollozos que flotan en el ambiente.
Esto parece que avanza.
Me pongo al volante, tras un mecánico gesto me abrocho el cinturón y rodamos despacio. Maldigo al puto perro Mistetas mientras me esfuerzo por mostrar mi más calida sonrisa.
Mi mujer me agarra la mano y se dispone a contar otro chiste. Hay miedo en su gesto, pero ella también sonríe.
...
We left the toys out in the yard
I took my wife and kids and left my home unguarded
We packed what we could into the car
No one here knows how it started
Suddenly everything was just so out of control
Roulette. Bruce Springsteen
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