Los críticos, los opinólogos, aquellos que, como yo, nos apoyamos en los argumentos para intentar, en vano, encontrar alguna verdad, denostamos el sentimentalismo; porque la sentimentalidad nos aparta de la mente, apela al corazón caliente y nos aleja de la corriente clara y fría de la razón.
Digo esto antes de escribir un texto sentimental que los críticos cínicos como yo podrán poner verde. Pensarán que soy un marrullero y que les cuento esto de antemano para ganarme su confianza. Su opinión me importa, lectores, pero llevo unos meses harto de descreimiento, harto de comprobar que el mundo no va a mejor, sino todo lo contrario, y de ver que el altruismo cotiza a la baja y que cada uno mira solo por lo suyo, y que aquel que no lo hace es tildado socialmente de imbécil para arriba. En épocas de crisis muchos se quitan las caretas.
El 1 de marzo fue el Día de las Enfermedades Raras, esas que solo sufren uno entre cada 2.000 individuos y de las cuales los médicos saben más bien poco, porque la investigación, lógicamente, se centra en aquellas con mayor prevalencia. Con motivo de ese día, la Princesa Letizia presidió un acto en donde un niño de 4 años aquejado de la enfermedad de “huesos de cristal” mostraba un cartel, desde su silla de ruedas, en el que se leía: “Princesa, tenemos esperanza”. Al día siguiente, Lucas -que así se llama el niño- y su familia visitaron el programa de Ana Rosa, sus padres intentaron hablar de la necesidad de concienciar a la sociedad sobre estas enfermedades, y digo intentaron, porque yo solo pude escuchar el jolgorio que Lucas y su hermano montaron jugando con un balón y una espada y repitiendo una y otra vez la ya famosa frase.
Un niño de cuatro años, al que al nacer le habían dado dos de vida, y su hermano me hicieron a mí, cínico, resabiado, deprimido, casi sin fe ya en el género humano, volver a abrir los ojos a la vida. Sus padres, que deberían ser ministros de educación, les habían trasmitido una alegría de vivir digna de la más grande admiración. Una alegría sin resignación, luchadora y esperanzada, aún sabiendo, y ellos muy bien y de cerca, que la vida es realmente frágil y difícil.
En este invierno de caras largas, de paro, de recesión, de especuladores, de egoísmos, de intereses… yo he visto la primavera gracias a Lucas. Puede que nuestro mundo esté yendo a peor, puede que el ser humano sea solo codicioso e interesado, pero también es y puede ser otra cosa.
Sé que este artículo me quitará el carné de intelectual. Bueno, era un club de tristes agoreros.
Lucas, tenemos esperanza.
viernes, marzo 09, 2012
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