Hoy es jueves. Sí, este texto lo suelo escribir los jueves para que ustedes lo lean el sábado. Tenía la intención de escribir sobre la boda de la duquesa de Alba, pero hoy ha fallecido Steve Jobs, el fundador de Apple, así que me he replanteado el objeto de mi escrito semanal, y después de pensar un rato en qué contarles del creador de la empresa que fabrica el ordenador con el que escribo o el teléfono que llevo en el bolsillo, he vuelto a la idea original: la boda de la grande de España; porque me tira el papel couché y no sabría qué contar sobre la inspiradora vida de un hippie que se hizo millonario. No contaría nada que no les hayan contado ya 20 veces en estos dos días.
A estas altura ya conocerán su famoso discurso del 2005 para los graduados de Stanford, universidad que él abandonó para seguir con una educación no reglada; ya sabrán que, después de crear, a medias con su socio Wozniak -y con la competencia de Bill Gates-, el ordenador personal como lo conocemos, fue despedido de su propia compañía y se metió a hacer cine de animación -de animación por ordenador- e hizo una peliculilla de nada (con un guión maravilloso) llamada Toy Story con su exitosa compañía Pixar, que seguro que les suena. Pero todo eso ya lo habrán oído, y seguro que no saben que la duquesa de Alba se debate, casada ya, entre ir a ver a su hija ingresada por varicela o quedarse en Sevilla disfrutando de la luna de miel. Pobre duquesa -que no duquesita, la duquesita estará fastidiada de verdad, que la varicela a ciertas edades no es un catarro-. Pero de Jobs y de su vida estarán hartos. Seguro que compañeros de tinta, en este periódico y en otros, ya habrán escrito la hagiografía de este empresario. Porque para muchos no era más que un empresario, un genio del marketing que mezclaba mensajes zen setenteros con el hacer avaricioso de una compañía capitalista y desalmada. Y no voy a decir yo que no. Pero sí voy a decir que Gutenberg también quiso hacer dinero con la imprenta y nadie discute su importancia en el devenir del mundo. Jobs es, como poco, un Gutenberg. Lo era.
Pienso en su mensaje sobre la importancia de la muerte, que retira lo viejo y deja paso a lo nuevo y nos obliga a relativizar y a centrarnos en lo importante. Puro Zen, oiga, el camino del Samurai. Un momento, que dice algo Belén Esteban sobre la boda del Palacio de Dueñas. Ya, no tenía importancia. Me distraigo, ya ven. La duquesa se ha casado con un hombre mucho más joven. Ella puede.
Cuando era joven a Jobs le inspiró el mensaje de una revista a la que era aficionado, que en su último número se despedía de sus lectores con un "Seguid hambrientos. Seguid alocados". La duquesa puede, los demás debemos. Hagámoslo, por el bien de todos.
jueves, octubre 06, 2011
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1 comentario:
good one...
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